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El movimiento zapatista, muerto para el gobierno, vivo para el pueblo

Emmanuel Contreras

7 de diciembre de 2024

¿Las luchas sociales surgen por convicción o por ideales? La respuesta podría estar en un grupo de guerrilleros que, sumergidos en la selva chiapaneca, busca hacer visible lo invisible: las injusticias y el olvido hacia los pueblos indígenas.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), nacido en las montañas del sureste mexicano, se convirtió en un símbolo de resistencia contra la opresión y el neoliberalismo. Su levantamiento armado, iniciado el 1 de enero de 1994, coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y fue un grito desesperado de las comunidades indígenas ante el despojo de sus tierras, la exclusión económica y la desigualdad.


Con el paso del tiempo, los zapatistas evolucionaron más allá de la lucha armada, transformándose en un movimiento político que plantea una alternativa social basada en la autonomía, la justicia y la democracia directa. Liderados por figuras como el Subcomandante Marcos, ahora conocido como Galeano, han articulado un modelo comunitario que desafía las estructuras tradicionales de poder centralizado.


Su propuesta es más que una crítica al neoliberalismo. Es una defensa de la identidad y la autodeterminación de los pueblos indígenas, una lucha por recuperar el control sobre su destino. La creación de los “caracoles” y las “juntas de buen gobierno” en territorios zapatistas no solo muestra cómo las comunidades pueden gestionar sus propios recursos, sino que también cuestiona la eficacia de los modelos estatales tradicionales.


Sin embargo, no todo ha sido aplausos. Muchos consideran sus ideales como utópicos e inviables en un mundo globalizado. Otros critican la violencia que marcó sus inicios, argumentando que pudo haber alejado a aliados potenciales y dificultado el diálogo. Pero pese a las críticas, los zapatistas han demostrado que es posible mantenerse firmes en sus principios y mantener viva la resistencia.


Hoy, el EZLN no solo es un movimiento indígena: es un símbolo global. Su mensaje trasciende fronteras, inspirando a colectivos y movimientos sociales que buscan justicia, igualdad y un mundo más humano.


A 30 años de su surgimiento, el EZLN sigue siendo un recordatorio de que la resistencia es necesaria cuando las estructuras de poder olvidan a los más vulnerables. Su legado no está solo en sus territorios autónomos, sino en la esperanza que siembran en quienes luchan por un mundo donde la dignidad sea un derecho, no un privilegio.



Subcomandante Marcos, ahora llamado Galeano en 2023


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