Annel Guillermo Arotinco
1 de agosto de 2025
¿Puede un gigante liderar si sus vecinos no lo siguen? La historia reciente de Brasil revela las paradojas de su ambición regional en Sudamérica.
En mayo de 2023, el Palacio de Itamaraty en Brasilia se vistió de gala para recibir a los presidentes de Sudamérica. Esta cumbre bautizada como el "Consenso de Brasilia" fue el gran acto simbólico con el que el tercer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva buscaba traer a Brasil "de vuelta" a la región. Este gesto representó un intento deliberado por reinstalar a Sudamérica como un pilar fundamental en la identidad internacional de Brasil, un concepto casi desterrado durante la gestión anterior. Aquí reside la gran paradoja sudamericana: Brasil, por su peso económico con un PBI que ronda los 2 billones de dólares, superando al del resto de la región combinada (Osorio, 2025), su vasta población y su inmenso territorio, es el candidato natural e indiscutible para liderar la integración. Sin embargo, a pesar de haber impulsado proyectos como el MERCOSUR y la UNASUR, hoy la región se muestra fragmentada, la desconfianza persiste y actores como China y Estados Unidos definen las reglas del juego en una región a la que no pertenecen.
Entonces, ¿por qué Brasil, a pesar de sus ambiciones y sus intentos periódicos, no ha logrado consolidar un liderazgo efectivo que impulse una integración sudamericana profunda y duradera? La respuesta la podemos encontrar en una constante tensión entre sus aspiraciones globales, su turbulenta política interna y la propia percepción que sus vecinos tienen de él.
La región como plataforma para su proyección global
El primer obstáculo para un liderazgo genuino es la propia naturaleza de la estrategia internacional brasileña. Más que un fin en sí mismo, la integración sudamericana ha sido concebida como una plataforma para proyectar a Brasil como una potencia global. Esta visión, que busca el estatus de global player, se hizo evidente desde la década de los 90 y se consolidó en los primeros gobiernos de Lula (Bartesaghi, 2014; Lechini & Giaccaglia, 2010). La creación de la UNASUR, por ejemplo, no solo buscaba la convergencia regional, sino también articular un bloque que otorgara a Brasil una voz más potente en foros como los BRICS y el G20 (Fernandes, 2004).
La evidencia de este enfoque instrumental es clara. Primero, Brasil nunca ha estado dispuesto a asumir los verdaderos costos de la integración al favorecer estructuras de integración intergubernamentales, donde conserva su margen de acción, en lugar de una supranacionalidad que implicaría una cesión real de soberanía (UNASUR y MERCOSUR son claro ejemplos de ello). Segundo, sus más altas aspiraciones en la arena global, como la obtención de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, nunca lograron generar un consenso o un apoyo entusiasta y unificado de la región. Si bien argumentó que su presencia en el Consejo beneficiaría a toda Sudamérica, muchos de sus vecinos han mantenido una postura de indiferencia o, en casos como el de Argentina o México, de competencia por ese mismo estatus de representatividad (Pasquarelli, 2023). Esto demuestra una desconexión fundamental: los países sudamericanos no percibieron el ascenso de Brasil como su propio ascenso, evidenciando que el liderazgo brasileño fue visto más como un proyecto nacional en busca de prestigio que como la voz de un colectivo regional.
Una política exterior de gobierno, no de Estado
En segundo lugar, el proyecto de integración ha sido víctima de la crónica inestabilidad política brasileña. Lejos de ser una política de Estado con continuidad en el tiempo, ha sido una política de gobierno, sujeta a los virajes ideológicos de cada ciclo electoral. El activismo regional fue, sin duda, una marca registrada de los gobiernos de Lula (2003-2010), un periodo en el que se diseñó un proyecto de política exterior orientado a ampliar el espectro de Brasil en la región y el mundo (Frenkel & Barceló, 2023).
Este impulso se desvaneció con la crisis interna que afectó al gobierno de Dilma Rousseff y fue prácticamente revertido durante la gestión de Michel Temer (Pasquarelli, 2023). Sin embargo, la ruptura total llegó con Jair Bolsonaro (2019-2022). Su mandato no fue una simple pausa; fue un desmantelamiento del andamiaje regional. Esto pues, el gobierno abandonó la UNASUR y la CELAC, politizó sus relaciones con vecinos que no compartían su visión, como la Argentina de Alberto Fernández. Por ello, el intento actual de Lula por "recuperar la política externa activa y altiva” demuestra la fragilidad del proceso: sólo bastaron cuatro años de una política contraria para desmontar décadas de construcción diplomática, dejando un campo de desconfianza e instituciones vaciadas.
La fractura de la identidad regional
Finalmente, el liderazgo no solo se ejerce, también debe ser concedido. Frente a esto, la realidad nos demuestra que los países de la región, históricamente, han mostrado un profundo recelo hacia lo que perciben como una vocación hegemónica de Brasil, llevándolos a buscar sus propias estrategias de inserción internacional. Como señala Burges (2018) en su análisis sobre el "vacío de liderazgo estratégico" de Brasil, el país falló en crear una narrativa de beneficio mutuo, siendo percibido más como un competidor que como un benefactor.
Aquí reside el nudo del problema: la fallida construcción de una verdadera identidad regional. Como explican Frenkel y Barceló (2023), el simple hecho de que Brasil se posicionara como potencia regional no fue suficiente para articular una identidad compartida en la región, ni siquiera durante el apogeo de la UNASUR. En consecuencia, los demás países, al no sentirse parte de ese "yo colectivo" propuesto desde Brasilia, definieron sus políticas según sus propias percepciones e intereses. La manifestación más clara de esta fractura de identidad fue el surgimiento de la Alianza del Pacífico, un proyecto que demostró que una parte clave de la región estaba dispuesta a forjar un camino propio, al margen del proyecto liderado desde Brasilia.
La última danza
Hoy, en un escenario global marcado por la competencia entre Estados Unidos y China, la reorganización de las cadenas de valor y la urgencia de la transición energética, la necesidad de un bloque sudamericano cohesionado es más crítica que nunca. Esto pues, la región es un reservorio de recursos estratégicos, desde el litio y las tierras raras hasta la biodiversidad.
El regreso de Lula ha reabierto una ventana de oportunidad, pero el desafío es grande. Ahora ya no basta con la retórica de la integración. Brasil debe demostrar con hechos que su proyecto ofrece beneficios tangibles y equitativos, que está dispuesto a asumir los costos y, sobre todo, que su compromiso con Sudamérica puede sobrevivir a los vaivenes políticos. De lo contrario, el gigante seguirá bailando solo, y la región habrá perdido, una vez más, una oportunidad que nunca encontró su momento, condenada a vivir solo en el imaginario.
Referencias bibliográficas:
Bartesaghi, I. (2014). La estrategia de Brasil como “global player”: Efectos en el desarrollo de la integración regional. (Documento de Trabajo N° 20). Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES). https://www.cries.org/wp-content/uploads/2015/03/Documentos20-Bartesaghi.pdf
Burges, S. (2018). Thinking through Brazil's strategic leadership gap. In H. Ebert & D. Flemes (Eds.), Regional powers and contested leadership. Palgrave Macmillan. https://doi.org/10.1007/978-3-319-73691-4_2
Fernandes, L. (2004). Fundamentos y desafíos de la política exterior del Gobierno Lula. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, (65), 87-94. https://www.cidob.org/publicaciones/fundamentos-y-desafios-de-la-politica-exterior-del-gobierno-lula
Frenkel, A., & Barceló, V. (2023). El tercer Lula y el retorno de América del Sur en la identidad internacional de Brasil. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, (135), 163-186. https://doi.org/10.24241/rcai.2023.135.3.163
Lechini, G., & Giaccaglia, C. (2010). El ascenso de Brasil en tiempos de Lula: ¿líder regional o global player?. Relaciones Internacionales, (108), 83-113. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0301-70362010000400004
Osorio, A. (7 de marzo del 2025). No es México ni Argentina: conoce el país de Latinoamérica con el PBI más alto, el cual creció en un 3.4%. Infobae. https://www.infobae.com/peru/2025/03/07/no-es-mexico-ni-argentina-conoce-el-pais-de-latinoamerica-con-el-pbi-mas-alto-el-cual-crecio-en-un-34/
Pasquarelli, B. (2023). Can Brazil still be considered a regional power? Changes in foreign policy from Dilma Rousseff to Jair Bolsonaro. Colombia Internacional, (115), 119-145. https://doi.org/10.7440/colombiaint115.2023.05