Chuzalongo: terror andino que cruza fronteras

La película, proyectada en el festival Insólito, muestra la posibilidad de hacer un cine desde las tradiciones andinas. Es una propuesta que hermana la cultura peruana y ecuatoriana.
Pamela Vargas Arancibia
28 de noviembre de 2024

Frame de la película Chuzalongo
El pasado sábado 9 de noviembre, el festival Insólito cerró con broche de oro su programación con la proyección de la película Chuzalongo, del director ecuatoriano Diego Ortuño. Estuvieron presentes los actores del film Bruno Odar y Fernando Bacilio, junto con los directores de producción Luighi Tang y Jeff Calmet, quienes compartieron su experiencia en el rodaje de la película y sus percepciones sobre trabajar en una obra audiovisual ecuatoriana con matices muy peruanos.
El largometraje se sitúa a finales del siglo XIX, cuando un misterioso monstruo comienza a atacar a las mujeres de un pueblo en Ecuador. El sacerdote de la comunidad, Nicanor, descubre que dicha figura es un niño cuya sangre enriquece mágicamente los cultivos. Pronto se verá inmerso en una disyuntiva: proteger al pueblo en el que vive o preservar a esta fantástica criatura con apariencia de un niño inocente.
El film, que combina elementos de terror y la fantasía, lleva a la pantalla grande una figura de la tradición oral ecuatoriana: el «chuzalongo», una suerte de duende que ataca a las mujeres del campo. Tal como ocurrió en el Perú a inicios de la presente era, con la aparición de un cine de terror andino que retrató figuras de la mitología peruana como las «qarqachas» y los «pishtacos», esta película apuesta por desarrollar un terror basado en elementos autóctonos de la región ecuatoriana.
Los actores y productores peruanos presentes en el conversatorio realizado tras la proyección de la película confirmaron lo que un espectador peruano promedio podría pensar tras ver la película: pareciera que fuese ambientado en el Perú. No solo los paisajes, la atmósfera o la escenografía de la película resultaron muy familiares, sino también las dinámicas sociales que el largometraje denuncia, las cuales bien podrían haber retratado una hacienda peruana de hace 100 años.
Sin duda, se trata de una cinta que demuestra que en la región andina se puede hacer cine de calidad, algo que quizás permita al público peruano considerar al cine sudamericano como una opción importante al momento de elegir una película.